martes, 4 de mayo de 2010

MARTÍN EL MULERO


En la ciudad de Yecla, de donde ya hemos escrito varios artículos, circula una leyenda muy antigua. Se dice que hace siglos, vivió un joven llamado Martín, de costumbres muy relajadas: le encantaba el juego, las fiestas... y que trabajaba para un rico de la villa como mozo de mulas
Cierto día un sacerdote le recriminó estos malos hábitos, advirtiéndole que iría al infierno si no se retractaba. Martín se asustó y dejó de golpe tan malas costumbres. Cierta noche, volviendo del campo con los animales le salió al camino un caminante que le pidió que si podía acompañarle. Martín accedió. Su acompañante vestía un abrigo largo hasta los pies y un sombrero calado hasta los ojos. El misterioso acompañante comenzó a recriminarle las nuevas costumbres que había adoptado y le decía que sería muy desgraciado el resto de su vida si no volvía a ser el de antes. Martín caminaba cabizbajo, avergonzado. Debido esto pudo ver que al caminar el abrigo le ondeaba y se apreciaban lo que indudablemente patas de cabra. Entre eso, el brillo rojizo de sus ojos y el tufo a azufre que expelía le hizo darse cuenta de que caminaba con el mismísimo Satanás. Con la excusa de que tenían que tenía que atarse una alpargata se apoyó en una piedra y en un descuido del Maligno echó a correr. el Diablo comenzó a perseguirle. Martín corrió con todas sus fuerzas hasta el pueblo. al llegar corrió hasta la casa de su amo con el Demonio detrás. cuando llegó, se metió en la cuadra y cerró la puerta de golpe. el diablo se habría estampado si no llega a apoyar la mano en la puerta. Un resplandor azulado iluminó el callejón y el diablo desapareció. Y desde aquel momento la mano del Demonio quedó grabada para siempre en el portón de madera.